Equipo de Peñarol que debutó en la Copa Libertadores de 1960 ante Jorge Wilsterman
Puskas del Real Madrid maniobra ante William Martínez y Pino de Peñarol en la primera final de clubs de 1960
Alberto Spencer, el mejor jugador ecuatoriano de toda la historia. Autor de los goles decisivos de Peñarol
El horizonte de Peñarol a fines de los ´50 no era el más claro. Nacional se había consagrado tricampeón uruguayo entre 1955 y 1957; los jóvenes héroes del Maracanazo como Schiaffino y Ghiggia habían sido transferidos a Italia y los veteranos como el arquero Máspoli, el gran capitán Obdulio Varela y Rodríguez Andrade se retiraban, mientras tanto Omar Míguez jugaba sus últimos partidos con la aurinegra. Solamente la habilidad de Julio César “pardo” Abbadie y la prestancia defensiva de William Martínez suplían en parte el carácter de fuego de aquellos caudillos, pero la tentación económica del Génova italiano fue irresistible para el puntero derecho que emigró en 1956. Los problemas financieros comenzaban a ser frecuentes en el club y la falta de títulos ofuscaba a sus seguidores y ensalzaba a la prensa.
Los vientos de cambio llegaron con la elección de la nueva comisión directiva comandada por Gastón Güelfi, Washington Cataldi y Fernando Parrabere a principios de 1958. La flamante dirigencia no solo buscó formar un equipo competitivo para salir del atolladero, sino que también cimentó el crecimiento institucional del club fijando sucesivas metas, conscientes de la importancia del equipo aurinegro en Uruguay y la trascendencia que podían alcanzar a nivel sudamericano y Mundial.
Para esa temporada repatriaron desde Italia al injundioso goleador Juan “el verdugo” Hohberg y del fútbol de la pequeña localidad de Salto llegó un jugador que con su gran personalidad y dotes de mando emularía al mismísimo Obdulio, respondía al nombre de Néstor Gonçalvez, pero todos lo conocerían años después por “Tito”. Con el aporte goleador de Carlos Borges y la frescura juvenil de un desequilibrante Luis Cubilla los “carboneros” fueron a recuperar la gloria perdida. El arquero Luis Maidana, buen atajador bajo los 3 palos y sobretodo en pelotas aéreas; más el corpulento defensor brasilero Milton Alves da Silva más conocido como Salvador se consolidarían lo largo de la temporada como los puntales defensivos.
Hugo Bagnulo fue contratado como entrenador, se trataba de un hombre sencillo, campechano, de bajo perfil, pero firme a la hora de marcar el rumbo a sus dirigidos quienes lo consideraban como a un padre.
El torneo uruguayo de 1958 estaba llegando a su fin, y como generalmente ocurría, Nacional y Peñarol peleaban palmo a palmo el título. Por esos tiempos la diferencia entre ambos y el resto era tan abismal que los clásicos se pactaban para la penúltima fecha y el vencedor seguramente resultaba el campeón. Ese año no fue la excepción, los clásicos rivales llegaron empatados en puntos y Peñarol triunfó por 2-1 con goles del argentino Hohberg y Roberto “la gata” García tras remontar la desventaja inicial que supuso el tanto de Escalada. Un empate 1-1 con Defensor en la última fecha hizo realidad el tan ansiado título que representaría el comienzo de la era dorada de los mirasoles.
Al año siguiente el torneo quedó igualado entre ambos contendientes a pesar que Peñarol le había sacado una importante ventaja de 6 puntos a Nacional que en las últimas fechas consiguió remontar gracias a los goles del repatriado Walter Gómez. Por lo tanto debió jugarse un desempate que extrañamente se demoró hasta el 20 de marzo de 1960. Para ese entonces Peñarol se había reforzado con la llegada del desconocido jugador argentino Carlos Linazza y el ecuatoriano Alberto Spencer, recomendado por Juan López (1) quien lo había visto en acción el Campeonato Sudamericano extra de 1959 causándole una gran impresión. Gracias a la intervención de Washington Cataldi en la Asociación Uruguaya de fútbol ambos futbolistas pudieron disputar la final.
Roberto Scarone tomó la conducción técnica a partir de ese encuentro donde Peñarol venció por 2-0 a Nacional con tantos de Cubilla y Linazza de penal, ambos en los últimos 10 minutos de un partido que se recuerda más por los ocho expulsados después de una trifulca en el mismísimo terreno de juego – W. Martínez, Aguerre, Borges y Hohberg por los “manyas” (2) ; R. González, W. Gómez, Collazo y Escalada por los “bolsos” – que por el resultado final, lo que representa el ímpetu con el que se disputaban aquellas finales. Al día siguiente Güelfi lo llama por teléfono a Bagnulo felicitándolo por el triunfo y con la intención de otorgarle una medalla por el título conseguido, pero el entrenador entiende que los títulos se ganan en la cancha y desecha el ofrecimiento demostrando su honestidad y hombría de bien.
Con la obtención del título Peñarol se clasificó para disputar la incipiente Copa de campeones de América (hoy Libertadores), para la cual sus dirigentes apuntaron todos sus dardos porque imaginaban que en el futuro el torneo tendría una trascendencia similar a la Copa de Campeones de Europa y representaría una vidriera internacional para su club y sus destacados jugadores.
El primer rival fue Jorge Wilsterman de Bolivia en el estadio Centenario el 19 de Abril de 1960. Borges tuvo el privilegio de convertir el primer tanto de la reciente Copa a los 13 minutos de la primera parte. A la postre Peñarol no tuvo contemplaciones con su rival, lo goleó 7 a 1 – con 4 conquistas de Spencer – y con esa ventaja fue a jugar la revancha en los 2500 m de altura de Cochabamba donde igualaron 1-1.
En semifinales enfrentaron a San Lorenzo de Argentina empataron 1-1 en Montevideo y 0-0 en Buenos Aires aunque perdieron a Cubilla para el partido definitorio por ser expulsado. El desempate debía realizarse como correspondía a cualquier competencia en terreno neutral, pero ante la imposibilidad de realizarlo en Chile a causa del terremoto de Concepción la dirigencia argentina aceptó jugar nuevamente en Montevideo tras rehusar los uruguayos la propuesta de Asunción. El arreglo estipuló que San Lorenzo recibiera parte de la recaudación y que los jueces de línea fueran argentinos. No obstante para los argentinos el torneo no resultaba de la misma importancia que le adjudicaban los uruguayos. Lo cierto es que los uruguayos vencieron por 2-1 con doblete de Spencer y cierta polémica por el primer tanto. El ecuatoriano explotaría en esta Copa como un tremendo y astuto goleador, certero en el juego aéreo y veloz para el desmarque y la definición, atributos que lo llevarían a convertir 48 goles en 77 partidos de Copa Libertadores y 113 tantos en 166 apariciones en torneos uruguayos entre 1960 y 1970.
La final serla con Olimpia de Paraguay que representaba un equipo duro y aguerrido de las mismas características que Peñarol, aunque con jugadores de menor categoría donde podían destacarse el zaguero Edelmiro Arévalo, capitán de la selección; los hermanos Lezcano y el fortísimo delantero Luis Doldán.
Todavía los uruguayos recordaban la durísima derrota infringida por los paraguayos por 5-0 en 1957 que los alejó definitivamente del Mundial de Suecia. William Martínez, Tito Goncalvez y Carlos Borges habían estado aquella tarde aciaga al igual que Arévalo y Echagüe por el lado de los guaraníes, solo faltaría Juan Lezcano suspendido por su reciente expulsión. Sin embargo el temple de los jugadores de Peñarol no sería fácil de doblegar en esta ocasión.
Peñarol se impuso en el Centenario el 12 de Junio de 1960 por 1-0 con un gol de Spencer faltando 11 minutos y tras jugar toda la segunda etapa con 10 jugadores por la expulsión de Juan Lezcano. El encuentro fue muy disputado con más marca que fútbol y las defensas prevalecieron sobre los ataques.
La revancha del 19 de Junio en el difícil reducto de Puerto Sajonia – desde 1974 ostenta el nombre de Defensores del Chaco – en Asunción fue del mismo trámite que en Montevideo, con la diferencia que desde todas las tribuas caían objetos que tenían como destino a los jugadores orientales.Casi sobre la media hora del primer tiempo el conjunto local se puso en ventaja con gol de Hipólito Recalde. Los uruguayos fueron al frente pero la defensa guaraní parecía impasable, Claudio Lezcano recurría a todo tipo de recursos para frenar a Spencer. Scarone movió las piezas reemplazando al moreno ecuatoriano por el veterano Hohberg, quien en la primera pelota dividida que disputó le mostró a Lezcano la auténtica “garra charrúa” aplicándole un codazo de advertencia. Con su experiencia y el respeto que imponía Peñarol tuvo mejor claridad ofensiva y faltando 7 minutos Luis Cubilla marcó el empate que les otorgó a los aurinegros su primer título continental.
Con la intención de consagrar al mejor equipo del mundo se disputó la primera Copa del Mundo de clubs (futura Copa Intercontinental) entre el ganador de la flamante Copa de Campeones de América y el campeón de la Copa Europea. Serían 2 partidos en cada uno de los estadios y un probable desempate en el reducto de la segunda final.
El rival de Peñarol fue el poderosísimo Real Madrid de Di Stéfano, Puskas, Gento, Del Sol, Canario, Santamaría entre otros cracks, un equipo que se había consagrado campeón de Europa durante cinco años consecutivos y que había cimentado una auténtica mística ganadora. La primera final en el estadio Centenario reducido a la categoría de lodazal con una persistente lluvia no deparó vencedores ni vencidos, no pudo apreciarse la verdadera calidad de los jugadores de ambos elencos ni tampoco pudo abrirse el marcador, el empate representaba para los madrileños una ventaja importante para la revancha.
Dos meses después, exactamente el 4 de Septiembre de 1960, en el estadio de Chamartín (actualmente Santiago Bernabeu) se disputó el partido de vuelta. Peñarol, que no pudo contar con la invalorable presencia de “tito” Goncalvez quien fue suplantado por William Martínez ocupando el grandote Majewksi la posición de éste último en la zaga central, este cambio resultaría letal para que los aurinegros que fueron sorprendidos por un furibundo ataque del Real Madrid que se los llevó por delante impidiendo todo intento de juego por parte de los uruguayos. En 10 minutos de juego ya ganaban los “merengues” por 3-0 con 2 goles de Puskas y otro de Di Stéfano con cierta dosis de fortuna. Los uruguayos se mostraban impotentes ante tanto derroche de velocidad y precisión de los locales, quienes con la tranquilidad de la ventaja inicial redondearon un 4-0 al final del primer tiempo y colocaron el definitivo y lapidario 5-1 en el complemento.
La aplastante derrota no hizo mucha mella en el plantel que nunca descuidó su participación en el torneo local. De este modo llegó al final del torneo igualado en puntos con el sorprendente conjunto de Cerro. Por primera vez un conjunto “chico” terminaba en la primera posición y estuvo a seis minutos de consagrarse campeón, pero el empate de Spencer ante Racing en la última jornada los privó de la hazaña. El 18 de Diciembre de 1960 ante un repleto estadio Centenario y en una calurosa tarde se jugó el partido definitorio que rápidamente se decidió en favor de Peñarol cuando una violenta infracción de “tito” Goncalvez dejó literalmente fuera del partido al diminuto y habilidoso volante Miguel Britos, quien sufrió una luxación de clavícula pero permaneció en el campo de juego porque no se permitían los cambios, ante la impasible mirada del referee Esteban Marino. A los pocos minutos una desafortunada acción del arquero González Acuña a quien el balón le rebotó en la espalda y se introdujo en su portería tras un remate de Júpiter Crescio le dio la ventaja a los “carboneros”. La fortuna acompañó a Peñarol puesto que en una acción similar tras remate de Pinto la pelota rebotó en el arquero Maidana y se fue al corner. Nuevamente Crescio y Spencer ampliaron la ventaja, pero descontó Waldemar González de penal colocando el definitivo 3-1 que posibilitó el tricampeonato de los mirasoles.
Para el comienzo de 1961 la comisión directiva fue ratificada tras las elecciones del 21 de Enero. Dicha aceptación les dio vía libre para su nuevo emprendimiento que era llevar a Uruguay la moda del “fútbol espectáculo” adoptada por sus pares de Argentina (Boca y River) que consistía en la contratación de grandes astros del exterior con el fin de mejorar el decadente fútbol doméstico, pero Peñarol pensaba en grande y apuntaba a retener la Copa Libertadores y obtener la Copa Mundial de Clubs. Con tal propósito arribaron al club José “pepe” Sasía, ex Defensor y circunstancialmente en Boca Junios quien vendría a demostrar su gran habilidad y su indomable personalidad en cada uno de los encuentros; el peruano Juan Joya de River Plate, un finísimo y veloz delantero que sería el acople perfecto para la potencia de Spencer; el paraguayo Juan Vicente Lezcano, adversario de las finales del año anterior con Olimpia, el lateral derecho Edgardo “el diablo” Gónzález procedente de Liverpool y el lateral izquierdo José Rótulo de Central Español.
El primer obstáculo que debió sortear el elenco uruguayo fue Universitario de Perú al cual derrotó cómodamente por 5-0 (doblete de Spencer y Joya, el restante de Sasía) en el Centenario y avanzando a pesar del 0-2 sufrido en Lima, marcador exiguo gracias al respeto que los peruanos le profesaban al campeón de América.
Nuevamente Olimpia de Paraguay se cruzaba en el camino de los mirasoles para las semifinales. El partido de ida en el Centenario fue favorable a los locales por 3 a 1 en base a su fuerza y calidad futbolística frente a los vehementes paraguayos que querían tomarse revancha de lo ocurrido un año antes. Salvo algunas brusquedades de Sasía, amparadas por el árbitro argentino Nai Foino, no quedaron dudas de la superioridad charrúa. Sin embargo los medios paraguayos exacerbaron los hechos y la revancha se jugó en medio de un clima hostil donde se alimentó un exagerado nacionalismo por parte de los fanáticos que se trasladó irremediablemente al field.
El partido fue conocido como “la guerra de las narajas” y el principal destinatario era nada más y nada menos que el mismísimo “pepe” Sasía, quien lejos de amedrentarse se transformó en el abanderado de su equipo y hasta se dio el lujo de convertir el penal que abrió el camino para la heroica victoria por 2 a 1 en la cual Cubilla convirtió el segundo tanto. El plantel debió retirarse escoltado por la policía local y hasta el propio presidente Güelfi sufrió el impacto de una botella que le produjo un corte en la cabeza, pero a pesar de todo Peñarol estaba nuevamente en la final.
Palmeiras no parecía un rival fácil en los papeles previos, contaba en sus filas con el veterano pero todavía temible puntero Julinho, el delantero Chinezinho y el afamado lateral campeón del mundo Djalma Santos.
El 4 de Junio en Montevideo se disputó al primera final y los brasileños aguantaron el partido hasta el último minuto cuando Luis Cubilla fue a presionar a Djalma Santos cuyo remate defectuoso cayó en los pies de Spencer que agradeció el regalo marcando el tanto decisivo.
Siete días después en el estadio Pacaembú se San Pablo las cosas se le facilitaron a los visitantes cuando a los 4 minutos un furibundo remate de Sasía pegado al travesaño perforó la red entendiendo el árbitro argentino Praddaude que había sido gol a pesar de las protestas de todo el público y los jugadores locales. Nadie pudo comprobar jamás la veracidad del gol, la única evidencia fue la red rota ya que no hubo fotografías ni filmaciones que pudieran establecer lo contrario.
A partir de ese momento el partido quedó a merced de la experiencia de los charrúas quienes, a pesar de sufrir el empate de Nardo tras brillante combinación con Julinho en el minuto 70, defendieron con uñas y dientes la ventaja lograda en el Centenario destacándose la labor del defensor Núber en la última línea. Peñarol lograba así el bicampeonato de América y ahora esperaba al sorprendente Benfica de Eusebio y compañía que había vencido al grandioso Real Madrid en la final de la Copa de Campeones de Europa decretando que el quíntuple campeón de Europa también tenía fecha de vencimiento.
Costa Pereira, Cruz, Coluna, Aguas, Caven y José Augusto más la reciente aparición de un delantero moreno de 19 años oriundo de Mozambique con un destacado físico y gran pegada llamado Eusebio componían la columna vertebral de un equipo que haría historia en Europa durante toda la década y extenderían sus actuaciones en la selección portuguesa.
La primera final en el estadio Da Luz de Lisboa se decidió a favor de los locales por medio de un gol de Coluna, pese a ello la actuación de los “carboneros” fue aceptable y nada tuvo que ver con el papelón de Madrid. El equipo aprovechó el viaje para participar también en la Copa Ramón de Carranza que se disputaba en Cádiz y donde los orientales vencieron a Atlético de Madrid y cayeron en la final por 2-1 ante Barcelona.
Había mucha confianza respecto de la revancha que se disputó el 17 de Septiembre de 1961 en el Centenario y los jugadores no defraudaron, golearon 5 a 0 (2 goles de Joya y Spencer, 1 de Sasía) a un desprevenido equipo lusitano que reservó a Eusebio con alguna molestia física para el probable desempate, por lo tanto dos días después se disputó el desempate en el mismo estadio.
El técnico Bela Gutman había tomado sus providencias reforzando defensivamente su equipo conocedor del poderío ofensivo de los locales. Ingresaron Neto por Joao y Humberto por Saravia en la defensa e incluyo a Aguas por Santana y Eusebio regresó por Mendes buscando mayor presencia física arriba.
El encuentro comenzó con un tempranero gol de Sasía. Eusebio empató a los 35 minutos. El trámite del encuentro fue parejo y con posibilidades para ambos equipos pese a la dureza de la marca. Cuando faltaban solo 5 minutos para cumplimentar los 90 el referee sancionó penal para Peñarol y “pepe” Sasía lo transformó en gol con un impresionante remate que dejó al arquero portugués sin ningún tipo de reacción. Peñarol era campeón del Mundo en su propia casa y para regocijo se todos sus hinchas.
A raíz de los compromisos internacionales Peñarol postergó varios de sus encuentros del torneo uruguayo para fin de año. Sin embargo una caída de Nacional ante Racing y la derrota ante Peñarol en el primer clásico por 1 a 0 con gol de Spencer dejó a los “bolsos” a un punto del campeón del Mundo y con la obligación de vencerlos en la última fecha para cortar la racha de su eterno rival.
El 26 de Noviembre se jugó el partido decisivo ante un Centenario repleto. Todo empezó muy bien para Nacional puesto que se retiró a los vestuarios ganando 2 a 0 al término de la primera etapa. Pero apenas comenzado el segundo tiempo Peñarol fue una tromba, enseguida descontó Walter Aguerre y luego Ángel Rubén Cabrera, un finísimo goleador, en dos oportunidades dio vuelta el partido logrando un nuevo título para los carboneros. La campaña fue extraordinaria teniendo en cuenta que además disputó la Copa Libertadores y la Intercontinental: 30 puntos sobre 36 posibles 13 ganados, 4 empatados y apenas una derrota, 51 goles a favor, de los cuales Spencer se anotó con 18 conquistas en igual cantidad de partidos y lo siguió Cabrera con 14 tantos en 11 partidos.
Los títulos abrumaban: en solo cuatro temporadas habían conseguido otros tantos campeonatos locales, dos Copas Libertadores y una Intercontinental. Tenía un equipo situado a la altura de los mejores de Europa con jugadores experimentados y algunos juveniles que recién asomaban como Rocha.
Como corolario en 1962 realizaría una gira de partidos amistosos a imagen y semejanza del Real Madrid o el Santos de Pelé para pasear su fútbol y mostrar sus cracks por el viejo continente. Mientras tanto sus dirigentes eran aun más ambiciosos, querían consolidar el liderazgo sudamericano, pero otros equipos como Santos, Boca e Independiente tratarían de impedírselo.
(1) “Entrenador” de la selección uruguaya entre 1950 y 1954 en el estricto sentido de la palabra, ya que se trataba de un organizador del grupo que participaba en la formación del equipo y evaluaba el estado físico y anímico de cada jugador sin profesar demasiadas indicaciones. O. Varela, Máspoli, Gambetta y Tejera eran quienes ordenaban al equipo dentro de la cancha dejando la parte técnica librada a las condiciones innatas de cada jugador. El término “Director Técnico” comienza a tener auge a partir de la década del 60 con la irrupción de Karl Rappan, Helenio Herrera, Juan Carlos Lorenzo, Nereo Rocca y Osvaldo Zubeldía entre otros. Estos últimos priorizan la táctica (especialmente la defensiva) sobre la técnica e introducen el pizarrón en la charla técnica y la práctica de las jugadas con pelota parada como una manera de obtener ventajas a partir de las deficiencias de los rivales.
(2) El apelativo manya viene de la pronunciación del italiano “mangia merda” y se refiere a la fama de gallinas que tenían en la década de 1910, éste era el mote que usaban los de Nacional para denominarlos despectivamente, pero luego sus hinchas lo adoptaron como propio. También le dicen carboneros porque su nombre original era Central Uruguay Railway Company y su sede estaba en el barrio de los talleres de ferrocarril que a principios del siglo XX funcionaba a carbón alimentado a paladas por los obreros. También le dicen mirasoles, por la flor del girasol que es negra y amarilla como los colores de su camiseta. Por contraposición, a Nacional le dicen bolsos porque el escudo del club en la vieja camiseta estaba sobre un bolsillo superior izquierdo a la altura del pecho, entonces comenzaron a llamarlos “bolsilludos” y posteriormente se acortó por resultar más fácil su pronunciación.
El horizonte de Peñarol a fines de los ´50 no era el más claro. Nacional se había consagrado tricampeón uruguayo entre 1955 y 1957; los jóvenes héroes del Maracanazo como Schiaffino y Ghiggia habían sido transferidos a Italia y los veteranos como el arquero Máspoli, el gran capitán Obdulio Varela y Rodríguez Andrade se retiraban, mientras tanto Omar Míguez jugaba sus últimos partidos con la aurinegra. Solamente la habilidad de Julio César “pardo” Abbadie y la prestancia defensiva de William Martínez suplían en parte el carácter de fuego de aquellos caudillos, pero la tentación económica del Génova italiano fue irresistible para el puntero derecho que emigró en 1956. Los problemas financieros comenzaban a ser frecuentes en el club y la falta de títulos ofuscaba a sus seguidores y ensalzaba a la prensa.
Los vientos de cambio llegaron con la elección de la nueva comisión directiva comandada por Gastón Güelfi, Washington Cataldi y Fernando Parrabere a principios de 1958. La flamante dirigencia no solo buscó formar un equipo competitivo para salir del atolladero, sino que también cimentó el crecimiento institucional del club fijando sucesivas metas, conscientes de la importancia del equipo aurinegro en Uruguay y la trascendencia que podían alcanzar a nivel sudamericano y Mundial.
Para esa temporada repatriaron desde Italia al injundioso goleador Juan “el verdugo” Hohberg y del fútbol de la pequeña localidad de Salto llegó un jugador que con su gran personalidad y dotes de mando emularía al mismísimo Obdulio, respondía al nombre de Néstor Gonçalvez, pero todos lo conocerían años después por “Tito”. Con el aporte goleador de Carlos Borges y la frescura juvenil de un desequilibrante Luis Cubilla los “carboneros” fueron a recuperar la gloria perdida. El arquero Luis Maidana, buen atajador bajo los 3 palos y sobretodo en pelotas aéreas; más el corpulento defensor brasilero Milton Alves da Silva más conocido como Salvador se consolidarían lo largo de la temporada como los puntales defensivos.
Hugo Bagnulo fue contratado como entrenador, se trataba de un hombre sencillo, campechano, de bajo perfil, pero firme a la hora de marcar el rumbo a sus dirigidos quienes lo consideraban como a un padre.
El torneo uruguayo de 1958 estaba llegando a su fin, y como generalmente ocurría, Nacional y Peñarol peleaban palmo a palmo el título. Por esos tiempos la diferencia entre ambos y el resto era tan abismal que los clásicos se pactaban para la penúltima fecha y el vencedor seguramente resultaba el campeón. Ese año no fue la excepción, los clásicos rivales llegaron empatados en puntos y Peñarol triunfó por 2-1 con goles del argentino Hohberg y Roberto “la gata” García tras remontar la desventaja inicial que supuso el tanto de Escalada. Un empate 1-1 con Defensor en la última fecha hizo realidad el tan ansiado título que representaría el comienzo de la era dorada de los mirasoles.
Al año siguiente el torneo quedó igualado entre ambos contendientes a pesar que Peñarol le había sacado una importante ventaja de 6 puntos a Nacional que en las últimas fechas consiguió remontar gracias a los goles del repatriado Walter Gómez. Por lo tanto debió jugarse un desempate que extrañamente se demoró hasta el 20 de marzo de 1960. Para ese entonces Peñarol se había reforzado con la llegada del desconocido jugador argentino Carlos Linazza y el ecuatoriano Alberto Spencer, recomendado por Juan López (1) quien lo había visto en acción el Campeonato Sudamericano extra de 1959 causándole una gran impresión. Gracias a la intervención de Washington Cataldi en la Asociación Uruguaya de fútbol ambos futbolistas pudieron disputar la final.
Roberto Scarone tomó la conducción técnica a partir de ese encuentro donde Peñarol venció por 2-0 a Nacional con tantos de Cubilla y Linazza de penal, ambos en los últimos 10 minutos de un partido que se recuerda más por los ocho expulsados después de una trifulca en el mismísimo terreno de juego – W. Martínez, Aguerre, Borges y Hohberg por los “manyas” (2) ; R. González, W. Gómez, Collazo y Escalada por los “bolsos” – que por el resultado final, lo que representa el ímpetu con el que se disputaban aquellas finales. Al día siguiente Güelfi lo llama por teléfono a Bagnulo felicitándolo por el triunfo y con la intención de otorgarle una medalla por el título conseguido, pero el entrenador entiende que los títulos se ganan en la cancha y desecha el ofrecimiento demostrando su honestidad y hombría de bien.
Con la obtención del título Peñarol se clasificó para disputar la incipiente Copa de campeones de América (hoy Libertadores), para la cual sus dirigentes apuntaron todos sus dardos porque imaginaban que en el futuro el torneo tendría una trascendencia similar a la Copa de Campeones de Europa y representaría una vidriera internacional para su club y sus destacados jugadores.
El primer rival fue Jorge Wilsterman de Bolivia en el estadio Centenario el 19 de Abril de 1960. Borges tuvo el privilegio de convertir el primer tanto de la reciente Copa a los 13 minutos de la primera parte. A la postre Peñarol no tuvo contemplaciones con su rival, lo goleó 7 a 1 – con 4 conquistas de Spencer – y con esa ventaja fue a jugar la revancha en los 2500 m de altura de Cochabamba donde igualaron 1-1.
En semifinales enfrentaron a San Lorenzo de Argentina empataron 1-1 en Montevideo y 0-0 en Buenos Aires aunque perdieron a Cubilla para el partido definitorio por ser expulsado. El desempate debía realizarse como correspondía a cualquier competencia en terreno neutral, pero ante la imposibilidad de realizarlo en Chile a causa del terremoto de Concepción la dirigencia argentina aceptó jugar nuevamente en Montevideo tras rehusar los uruguayos la propuesta de Asunción. El arreglo estipuló que San Lorenzo recibiera parte de la recaudación y que los jueces de línea fueran argentinos. No obstante para los argentinos el torneo no resultaba de la misma importancia que le adjudicaban los uruguayos. Lo cierto es que los uruguayos vencieron por 2-1 con doblete de Spencer y cierta polémica por el primer tanto. El ecuatoriano explotaría en esta Copa como un tremendo y astuto goleador, certero en el juego aéreo y veloz para el desmarque y la definición, atributos que lo llevarían a convertir 48 goles en 77 partidos de Copa Libertadores y 113 tantos en 166 apariciones en torneos uruguayos entre 1960 y 1970.
La final serla con Olimpia de Paraguay que representaba un equipo duro y aguerrido de las mismas características que Peñarol, aunque con jugadores de menor categoría donde podían destacarse el zaguero Edelmiro Arévalo, capitán de la selección; los hermanos Lezcano y el fortísimo delantero Luis Doldán.
Todavía los uruguayos recordaban la durísima derrota infringida por los paraguayos por 5-0 en 1957 que los alejó definitivamente del Mundial de Suecia. William Martínez, Tito Goncalvez y Carlos Borges habían estado aquella tarde aciaga al igual que Arévalo y Echagüe por el lado de los guaraníes, solo faltaría Juan Lezcano suspendido por su reciente expulsión. Sin embargo el temple de los jugadores de Peñarol no sería fácil de doblegar en esta ocasión.
Peñarol se impuso en el Centenario el 12 de Junio de 1960 por 1-0 con un gol de Spencer faltando 11 minutos y tras jugar toda la segunda etapa con 10 jugadores por la expulsión de Juan Lezcano. El encuentro fue muy disputado con más marca que fútbol y las defensas prevalecieron sobre los ataques.
La revancha del 19 de Junio en el difícil reducto de Puerto Sajonia – desde 1974 ostenta el nombre de Defensores del Chaco – en Asunción fue del mismo trámite que en Montevideo, con la diferencia que desde todas las tribuas caían objetos que tenían como destino a los jugadores orientales.Casi sobre la media hora del primer tiempo el conjunto local se puso en ventaja con gol de Hipólito Recalde. Los uruguayos fueron al frente pero la defensa guaraní parecía impasable, Claudio Lezcano recurría a todo tipo de recursos para frenar a Spencer. Scarone movió las piezas reemplazando al moreno ecuatoriano por el veterano Hohberg, quien en la primera pelota dividida que disputó le mostró a Lezcano la auténtica “garra charrúa” aplicándole un codazo de advertencia. Con su experiencia y el respeto que imponía Peñarol tuvo mejor claridad ofensiva y faltando 7 minutos Luis Cubilla marcó el empate que les otorgó a los aurinegros su primer título continental.
Con la intención de consagrar al mejor equipo del mundo se disputó la primera Copa del Mundo de clubs (futura Copa Intercontinental) entre el ganador de la flamante Copa de Campeones de América y el campeón de la Copa Europea. Serían 2 partidos en cada uno de los estadios y un probable desempate en el reducto de la segunda final.
El rival de Peñarol fue el poderosísimo Real Madrid de Di Stéfano, Puskas, Gento, Del Sol, Canario, Santamaría entre otros cracks, un equipo que se había consagrado campeón de Europa durante cinco años consecutivos y que había cimentado una auténtica mística ganadora. La primera final en el estadio Centenario reducido a la categoría de lodazal con una persistente lluvia no deparó vencedores ni vencidos, no pudo apreciarse la verdadera calidad de los jugadores de ambos elencos ni tampoco pudo abrirse el marcador, el empate representaba para los madrileños una ventaja importante para la revancha.
Dos meses después, exactamente el 4 de Septiembre de 1960, en el estadio de Chamartín (actualmente Santiago Bernabeu) se disputó el partido de vuelta. Peñarol, que no pudo contar con la invalorable presencia de “tito” Goncalvez quien fue suplantado por William Martínez ocupando el grandote Majewksi la posición de éste último en la zaga central, este cambio resultaría letal para que los aurinegros que fueron sorprendidos por un furibundo ataque del Real Madrid que se los llevó por delante impidiendo todo intento de juego por parte de los uruguayos. En 10 minutos de juego ya ganaban los “merengues” por 3-0 con 2 goles de Puskas y otro de Di Stéfano con cierta dosis de fortuna. Los uruguayos se mostraban impotentes ante tanto derroche de velocidad y precisión de los locales, quienes con la tranquilidad de la ventaja inicial redondearon un 4-0 al final del primer tiempo y colocaron el definitivo y lapidario 5-1 en el complemento.
La aplastante derrota no hizo mucha mella en el plantel que nunca descuidó su participación en el torneo local. De este modo llegó al final del torneo igualado en puntos con el sorprendente conjunto de Cerro. Por primera vez un conjunto “chico” terminaba en la primera posición y estuvo a seis minutos de consagrarse campeón, pero el empate de Spencer ante Racing en la última jornada los privó de la hazaña. El 18 de Diciembre de 1960 ante un repleto estadio Centenario y en una calurosa tarde se jugó el partido definitorio que rápidamente se decidió en favor de Peñarol cuando una violenta infracción de “tito” Goncalvez dejó literalmente fuera del partido al diminuto y habilidoso volante Miguel Britos, quien sufrió una luxación de clavícula pero permaneció en el campo de juego porque no se permitían los cambios, ante la impasible mirada del referee Esteban Marino. A los pocos minutos una desafortunada acción del arquero González Acuña a quien el balón le rebotó en la espalda y se introdujo en su portería tras un remate de Júpiter Crescio le dio la ventaja a los “carboneros”. La fortuna acompañó a Peñarol puesto que en una acción similar tras remate de Pinto la pelota rebotó en el arquero Maidana y se fue al corner. Nuevamente Crescio y Spencer ampliaron la ventaja, pero descontó Waldemar González de penal colocando el definitivo 3-1 que posibilitó el tricampeonato de los mirasoles.
Para el comienzo de 1961 la comisión directiva fue ratificada tras las elecciones del 21 de Enero. Dicha aceptación les dio vía libre para su nuevo emprendimiento que era llevar a Uruguay la moda del “fútbol espectáculo” adoptada por sus pares de Argentina (Boca y River) que consistía en la contratación de grandes astros del exterior con el fin de mejorar el decadente fútbol doméstico, pero Peñarol pensaba en grande y apuntaba a retener la Copa Libertadores y obtener la Copa Mundial de Clubs. Con tal propósito arribaron al club José “pepe” Sasía, ex Defensor y circunstancialmente en Boca Junios quien vendría a demostrar su gran habilidad y su indomable personalidad en cada uno de los encuentros; el peruano Juan Joya de River Plate, un finísimo y veloz delantero que sería el acople perfecto para la potencia de Spencer; el paraguayo Juan Vicente Lezcano, adversario de las finales del año anterior con Olimpia, el lateral derecho Edgardo “el diablo” Gónzález procedente de Liverpool y el lateral izquierdo José Rótulo de Central Español.
El primer obstáculo que debió sortear el elenco uruguayo fue Universitario de Perú al cual derrotó cómodamente por 5-0 (doblete de Spencer y Joya, el restante de Sasía) en el Centenario y avanzando a pesar del 0-2 sufrido en Lima, marcador exiguo gracias al respeto que los peruanos le profesaban al campeón de América.
Nuevamente Olimpia de Paraguay se cruzaba en el camino de los mirasoles para las semifinales. El partido de ida en el Centenario fue favorable a los locales por 3 a 1 en base a su fuerza y calidad futbolística frente a los vehementes paraguayos que querían tomarse revancha de lo ocurrido un año antes. Salvo algunas brusquedades de Sasía, amparadas por el árbitro argentino Nai Foino, no quedaron dudas de la superioridad charrúa. Sin embargo los medios paraguayos exacerbaron los hechos y la revancha se jugó en medio de un clima hostil donde se alimentó un exagerado nacionalismo por parte de los fanáticos que se trasladó irremediablemente al field.
El partido fue conocido como “la guerra de las narajas” y el principal destinatario era nada más y nada menos que el mismísimo “pepe” Sasía, quien lejos de amedrentarse se transformó en el abanderado de su equipo y hasta se dio el lujo de convertir el penal que abrió el camino para la heroica victoria por 2 a 1 en la cual Cubilla convirtió el segundo tanto. El plantel debió retirarse escoltado por la policía local y hasta el propio presidente Güelfi sufrió el impacto de una botella que le produjo un corte en la cabeza, pero a pesar de todo Peñarol estaba nuevamente en la final.
Palmeiras no parecía un rival fácil en los papeles previos, contaba en sus filas con el veterano pero todavía temible puntero Julinho, el delantero Chinezinho y el afamado lateral campeón del mundo Djalma Santos.
El 4 de Junio en Montevideo se disputó al primera final y los brasileños aguantaron el partido hasta el último minuto cuando Luis Cubilla fue a presionar a Djalma Santos cuyo remate defectuoso cayó en los pies de Spencer que agradeció el regalo marcando el tanto decisivo.
Siete días después en el estadio Pacaembú se San Pablo las cosas se le facilitaron a los visitantes cuando a los 4 minutos un furibundo remate de Sasía pegado al travesaño perforó la red entendiendo el árbitro argentino Praddaude que había sido gol a pesar de las protestas de todo el público y los jugadores locales. Nadie pudo comprobar jamás la veracidad del gol, la única evidencia fue la red rota ya que no hubo fotografías ni filmaciones que pudieran establecer lo contrario.
A partir de ese momento el partido quedó a merced de la experiencia de los charrúas quienes, a pesar de sufrir el empate de Nardo tras brillante combinación con Julinho en el minuto 70, defendieron con uñas y dientes la ventaja lograda en el Centenario destacándose la labor del defensor Núber en la última línea. Peñarol lograba así el bicampeonato de América y ahora esperaba al sorprendente Benfica de Eusebio y compañía que había vencido al grandioso Real Madrid en la final de la Copa de Campeones de Europa decretando que el quíntuple campeón de Europa también tenía fecha de vencimiento.
Costa Pereira, Cruz, Coluna, Aguas, Caven y José Augusto más la reciente aparición de un delantero moreno de 19 años oriundo de Mozambique con un destacado físico y gran pegada llamado Eusebio componían la columna vertebral de un equipo que haría historia en Europa durante toda la década y extenderían sus actuaciones en la selección portuguesa.
La primera final en el estadio Da Luz de Lisboa se decidió a favor de los locales por medio de un gol de Coluna, pese a ello la actuación de los “carboneros” fue aceptable y nada tuvo que ver con el papelón de Madrid. El equipo aprovechó el viaje para participar también en la Copa Ramón de Carranza que se disputaba en Cádiz y donde los orientales vencieron a Atlético de Madrid y cayeron en la final por 2-1 ante Barcelona.
Había mucha confianza respecto de la revancha que se disputó el 17 de Septiembre de 1961 en el Centenario y los jugadores no defraudaron, golearon 5 a 0 (2 goles de Joya y Spencer, 1 de Sasía) a un desprevenido equipo lusitano que reservó a Eusebio con alguna molestia física para el probable desempate, por lo tanto dos días después se disputó el desempate en el mismo estadio.
El técnico Bela Gutman había tomado sus providencias reforzando defensivamente su equipo conocedor del poderío ofensivo de los locales. Ingresaron Neto por Joao y Humberto por Saravia en la defensa e incluyo a Aguas por Santana y Eusebio regresó por Mendes buscando mayor presencia física arriba.
El encuentro comenzó con un tempranero gol de Sasía. Eusebio empató a los 35 minutos. El trámite del encuentro fue parejo y con posibilidades para ambos equipos pese a la dureza de la marca. Cuando faltaban solo 5 minutos para cumplimentar los 90 el referee sancionó penal para Peñarol y “pepe” Sasía lo transformó en gol con un impresionante remate que dejó al arquero portugués sin ningún tipo de reacción. Peñarol era campeón del Mundo en su propia casa y para regocijo se todos sus hinchas.
A raíz de los compromisos internacionales Peñarol postergó varios de sus encuentros del torneo uruguayo para fin de año. Sin embargo una caída de Nacional ante Racing y la derrota ante Peñarol en el primer clásico por 1 a 0 con gol de Spencer dejó a los “bolsos” a un punto del campeón del Mundo y con la obligación de vencerlos en la última fecha para cortar la racha de su eterno rival.
El 26 de Noviembre se jugó el partido decisivo ante un Centenario repleto. Todo empezó muy bien para Nacional puesto que se retiró a los vestuarios ganando 2 a 0 al término de la primera etapa. Pero apenas comenzado el segundo tiempo Peñarol fue una tromba, enseguida descontó Walter Aguerre y luego Ángel Rubén Cabrera, un finísimo goleador, en dos oportunidades dio vuelta el partido logrando un nuevo título para los carboneros. La campaña fue extraordinaria teniendo en cuenta que además disputó la Copa Libertadores y la Intercontinental: 30 puntos sobre 36 posibles 13 ganados, 4 empatados y apenas una derrota, 51 goles a favor, de los cuales Spencer se anotó con 18 conquistas en igual cantidad de partidos y lo siguió Cabrera con 14 tantos en 11 partidos.
Los títulos abrumaban: en solo cuatro temporadas habían conseguido otros tantos campeonatos locales, dos Copas Libertadores y una Intercontinental. Tenía un equipo situado a la altura de los mejores de Europa con jugadores experimentados y algunos juveniles que recién asomaban como Rocha.
Como corolario en 1962 realizaría una gira de partidos amistosos a imagen y semejanza del Real Madrid o el Santos de Pelé para pasear su fútbol y mostrar sus cracks por el viejo continente. Mientras tanto sus dirigentes eran aun más ambiciosos, querían consolidar el liderazgo sudamericano, pero otros equipos como Santos, Boca e Independiente tratarían de impedírselo.
(1) “Entrenador” de la selección uruguaya entre 1950 y 1954 en el estricto sentido de la palabra, ya que se trataba de un organizador del grupo que participaba en la formación del equipo y evaluaba el estado físico y anímico de cada jugador sin profesar demasiadas indicaciones. O. Varela, Máspoli, Gambetta y Tejera eran quienes ordenaban al equipo dentro de la cancha dejando la parte técnica librada a las condiciones innatas de cada jugador. El término “Director Técnico” comienza a tener auge a partir de la década del 60 con la irrupción de Karl Rappan, Helenio Herrera, Juan Carlos Lorenzo, Nereo Rocca y Osvaldo Zubeldía entre otros. Estos últimos priorizan la táctica (especialmente la defensiva) sobre la técnica e introducen el pizarrón en la charla técnica y la práctica de las jugadas con pelota parada como una manera de obtener ventajas a partir de las deficiencias de los rivales.
(2) El apelativo manya viene de la pronunciación del italiano “mangia merda” y se refiere a la fama de gallinas que tenían en la década de 1910, éste era el mote que usaban los de Nacional para denominarlos despectivamente, pero luego sus hinchas lo adoptaron como propio. También le dicen carboneros porque su nombre original era Central Uruguay Railway Company y su sede estaba en el barrio de los talleres de ferrocarril que a principios del siglo XX funcionaba a carbón alimentado a paladas por los obreros. También le dicen mirasoles, por la flor del girasol que es negra y amarilla como los colores de su camiseta. Por contraposición, a Nacional le dicen bolsos porque el escudo del club en la vieja camiseta estaba sobre un bolsillo superior izquierdo a la altura del pecho, entonces comenzaron a llamarlos “bolsilludos” y posteriormente se acortó por resultar más fácil su pronunciación.
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