La situación que viven Boca y River previa al superclásico más devaluado de los últimos tiempos no es obra de la casualidad sino que es el corolario de errores y desaciertos de entrenadores y técnicos a lo largo de los últimos dos años.
No es común que a una semana del magno encuentro el técnico de River, Angel Cappa, haya sido forzado a renunciar y que en la vereda de enfrente se dude de la continuidad de Claudio Borghi a pesar de haber sido ratificado por la dirigencia al menos hasta el clásico.
No es normal tampoco que los dos equipos grandes de Argentina no solamente no peleen campeonatos desde sus últimos títulos (Boca en el Torneo Apertura 2008, River en el Clausura del mismo año) sino que tampoco hayan clasificado para la Copa Libertadores ni mucho menos para la Sudamericana, la cual jugaban hasta 2009 por invitación y a partir de entonces cuando la Copa empezó a tomar vuelo la Conmebol decidió que debían disputar una clasificación.
Es inverosímil que River esté peleando por no descender de categoría a pesar que todavía está holgado por las magras campañas de los ascendidos Quilmes y Olimpo de Bahía Blanca y por lo tanto tendría la oportunidad de disputar la promoción si se mantuviera en su posición actual. Boca también puede comenzar a mirar de reojo el promedio desde el próximo torneo si no se endereza.
La situación actual del fútbol argentino nos hace retroceder 25 años cuando River terminaba penúltimo pero zafaba del descenso directo porque la AFA había establecido el tema de los promedios de las últimas temporadas a partir del Torneo Metropolitano de 1983 tras el descenso de San Lorenzo producido en 1981. No obstante el que no zafó de descender en ese fatídico 1983 fue Racing de Avellaneda quien ya se había salvado milagrosamente un año antes. Los problemas de River comenzaron a fines de 1981 cuando Kempes, Ramón Díaz y Passarella dejaron el club porque el dólar se había ido a las nubes y la dirigencia encabezada por Rafael Aragón Cabrera no podía respetarle sus contratos. Una huelga de los jugadores que permanecieron en el club provocó que durante varios partidos tuvieran que jugar los juveniles que no estaban preparados para semejante responsabilidad y muchos se declararon libres. Fillol inclusive fue transferido a Argentinos Juniors alegando un problema de marca con la indumentaria que nunca quedó demasiado claro. Desfilaron por el banco de suplentes 5 técnicos – Varacka, Pando, Dominichi, Cubilla y Vairo – sin poder sacar al equipo del pozo entre 1983 y 1984. Al año siguiente y tras la asunción de Hugo Santilli como presidente llegaría la resurrección de la mano de Francéscoli, Morresi, Alonso, Alfaro y Amuchástegui entre otros dirigidos por el “Bambino” Veira.
El Boca la situación era parecida, el equipo campeón de 1981 se había desarmado casi por completo solamente sobrevivían Gatti, Krasouski, Ruggeri, Córdoba, Alves y Mouzo, pero las deudas por obras inconclusas, los juicios que se apilaban en tribunales, las continuas exigencias de jugadores y personal por sueldos atrasados, el alquiler de diversos escenarios ante la suspensión de la Bombonera por cuestiones de seguridad llevaron al club al borde de la quiebra y a un serio deterioro institucional del cual varios dirigentes renunciaron por acusaciones, se nombró un interventor que decretó la convocatoria de acreedores. Al igual que River en algunos encuentros del torneo Metropolitano de 1984 tuvieron que actuar juveniles con los mismos lamentables resultados de quienes todavía no están preparados para la primera división. Fue patético observar en el encuentro frente a Atlanta que los jugadores ni siquiera tenían camiseta para jugar y terminaron haciéndolo con una casaca blanca con los números pintados con un marcador que terminaron destiñéndose en el transcurso del partido. Boca terminó antepenúltimo en ese torneo y desfilaron por la dirección técnica el zurdo López, DIno Sani, Grillo y Zanabria. Fue recién a partir de la llegada de Antonio Alegre, su principal acreedor, a la presidencia del club y el convenio con la empresa del cantante venezolano José Luis Rodríguez que comenzaron a llegar refuerzos de jerarquía, pues el plantel fue prácticamente vaciado. Así arribaron sucesivamente Graciani, Torres, Tapia, Hrabina, Olarticoechea, Brown, Comas y Marangoni que lograron mejorar la imagen futbolística hasta llevar a Boca al cuarto puesto en 1987.
Como dato preciso puede agregarse que en el torneo metropolitano de 1984 Argentinos Juniors (51) fue campeón, Ferro Carril Oeste (50) fue segundo y Estudiantes de La Plata fue tercero (48). El mejor equipo de los grandes fue River (43) que terminó en cuarta posición compartida con el modesto Racing de Córdoba.
Sin embargo la situación actual radica en ambos casos en la falta de reacción ante la continuidad de los técnicos campeones en 2008. Mientras que a Simeone en River se le permitió quedar último en el torneo siguiente casi con el mismo equipo que resultara vencedor a excepción de Carrizo y Ortega; a Ischia, quien era muy resistido en Boca, le indicaron la puerta de salida cuando faltaban dos fechas para terminar el Clausura 2009.
La grave crisis mundial por la caída de las bolsas en Estados Unidos afectó también la economía de los clubes más importantes que tuvieron que hacer algunos ajustes reduciendo sus planteles en desmedro de grandes incorporaciones y priorizando a los juveniles. Como el mercado europeo también se encontraba deprimido transfirieron a los jugadores que consideraban económicamente potables y dejaron libres o prestaron a los que consideraban prescindibles. Ante las reducidas posibilidades de repatriar estrellas de renombre desde Europa comenzaron a circular en el fútbol argentino jugadores sudamericanos, fue así que llegaron paraguayos, uruguayos, chilenos, colombianos, peruanos, ecuatorianos de diversas características desconocidos por el público y la prensa argentina con destino a casi todos los equipos de primera. Por lo tanto la ventaja futbolística con la que históricamente contaban los grandes por sobre los demás equipos se redujo.
Llegó Gorosito a River pero se encontró con un equipo de poca jerarquía y sin gol, pues las partidas de Radamel Falcao García y Abreu lo privaron de mayor poder ofensivo y el mediático Cristian Fabbiani no logró responder a las expectativas creadas a su llegada. Sumada a esta situación varios desacoples recurrentes en la última línea. Tras un paso discreto por el Clausura 2009, las eliminaciones en primera rueda de la Copa Libertadores y posteriormente de la Sudamericana más la falta de refuerzos que solicitara oportunamente al comenzar el Apertura de ese mismo año a excepción de las vueltas de Ortega, Gallardo y Almeyda – aunque no en su plenitud física –- forzaron su salida tras perder ante San Lorenzo en la 7ma fecha cuando acumulaba solo 5 unidades.
Igual suerte corrió el “Coco” Basile, quien venía de una poco fructífera actuación en el seleccionado nacional, atravesó el Apertura 2009 con una discreta actuación y un amago de renuncia tras caer como local ante Godoy Cruz de Mendoza, pero no encontró el mismo equipo que en su anterior ciclo, las lesiones crónicas de Riquelme y Battaglia, el bajo nivel de Abbondancieri e Ibarra y la falta de una compañía como era Rodrigo Palacio para Palermo o Viatri originaron que el equipo pierda esa identidad que arrastraba desde los tiempos de Bianchi, y que caiga en reiteradas oportunidades en su propio reducto. No obstante la dirigencia de dio su aval para comenzar el año 2010 en el banco de suplentes, pero un par de derrotas en el torneo veraniego, inclusive ante River calaron hondo en al ánimo del plantel y el “Coco” decidió renunciar a poco de iniciar el Clausura por razones que nunca se conocerán aunque se deslizó la falta de refuerzos y el poco apoyo dirigencial.
Leonardo Astrada, un hombre del riñón de RIver que inclusive lo consagró campeón como técnico en 2004 fue el reemplazante de Gorosito, pero terminó el Apertura 2009 en la 14ta posición. El triunfo de Daniel Passarella en las elecciones marcó el fin de la era Aguilar que dejó al club con una grave crisis financiera y en zona de promoción en lo que muchos califican como la pero presidencia del club que se tenga memoria. El “káiser” ratificó a Astrada en el cargo, pero la anemia ofensiva más los problemas de creación en el mediocampo tras el accidente automovilístico de Buonanotte y las correrías nocturnas de Ortega, la inseguridad defensiva y la falta de un arquero confiable terminaron con el ciclo del “negro” tras un empate 0-0 con Atlético de Tucumán y habiendo sumado 13 puntos en 14 fechas. La sombra de Ramón Díaz se cernía sobre Passarella y el ex jugador y técnico decidió dar un golpe de timón contratando a un técnico cercano al paladar futbolístico riverplatense: Angel Cappa, quien era recordado por su brillante paso en Huracán el año anterior.
En Boca tras la salida de Basile renunció Carlos Bianchi, quien se desempeñaba como manager general del fútbol harto de los requerimientos para que vuelva a asumir la dirección técnica. Se decidió que Abel Alves, quien trabajaba en las divisiones inferiores se hiciera cargo interinamente del plantel hasta encontrar una salida razonable. Sin embargo las fechas fueron transcurriendo y el equipo no levantaba cabeza. Solo tuvo la alegría de ganar el clásico por 2-0, pero el equipo no funcionaba y las internas del plantel amenazaban al liderazgo del técnico hasta que en la fecha 13 tras caer por 3-0 ante colón en Santa Fe, el interinato llegó a su fin. Roberto “Tito” Pompei terminó dirigiendo las últimas fechas del torneo donde Boca quedó 16º y con la valla más vencida del torneo en parte por las desastrosas actuaciones de Barroso, Luiz Alberto y Krupowiesa y la indecisión de los arqueros García y Ayala y además porque el mediocampo nunca terminó de afirmarse.
Nuevos aires llegaron a RIver con la llegada de Cappa y la vuelta del arquero Carrizo, el defensor Arano, el volante Caruso y el goleador Pavone. Tras un comienzo prometedor llegó la derrota ante Newell´s seguida de 5 empates consecutivos y la derrota frente a All Boys del último domingo que puso fin al ciclo del técnico que no supo encontrar nunca un equipo titular, disconforme con las actuaciones de algunos jugadores y siendo víctimas involuntarias de la trituradora riverplatense algunos juveniles como Lanzini, Affranchino, Lamela o Coronel. La lesión de Matías Almeyda, la ineficacia ofensiva y los desacoples defensivos hicieron perder puntos a un equipo que no logró salir de la zona de Promoción y motivaron el reemplazo del cuerpo técnico justo una semana antes del superclásico.
Boca contrató al técnico campeón de Argentinos Juniors Claudio Borghi para el torneo que actualmente se está disputando. El club de la ribera consciente de los problemas defensivos del Clausura anterior trajo a los defensores Insaurralde, Caruzzo y Cellay pero los problemas en la última línea persisten y a falta de Riquelme que recién reapareció en la última jornada el equipo no tiene un conductor definido pues, Escudero, Chávez y Giménez no han logrado suplirlo durante las primeras fechas. Aparte el equipo no tiene desborde por las bandas y como consecuencia de ello Palermo y Viatri no son abastecidos y deben pelear ante los zagueros rivales tratando de capitalizar los pelotazos frontales que reciben o retroceder para tomar contacto con la pelota, situación que los desgasta físicamente y les impide llegar enteros a los últimos minutos. Todo parece indicar que la magra campaña de Borghi llegará a su fin si se llega a perder el clásico, sino que dependerá del técnico encontrarle la vuelta para transitar las últimas fechas sin sobresaltos y con la pretensión de continuar dirigiendo el próximo año. El entrenador ha dado muestras suficientes respecto a que si las cosas no salen como los dirigentes pretenden estaría dispuesto a marcharse. El nombre de Marcelo Bielsa, recientemente desvinculado de la selección chilena provoca suspiros entre la dirigencia boquense, aunque a River también lo seduce la idea de contratar al rosarino.
Como puede observarse las historias son similares: errores dirigenciales, falta de presupuesto, refuerzos que no llegan, jugadores con bajo rendimiento, técnicos que duran poco, juveniles que ofician de salvadores y luego son desechados, jugadores perseguidos por lesiones crónicas.
Este es el presente de los grandes de Argentina que ya se han despedido hace rato de la pelea por el campeonato entre Estudiantes, Vélez y Arsenal; que seguramente no clasificarán a ninguna Copa del año próximo; que deberán encontrar al técnico salvador o hacer un importante esfuerzo económico para reforzar sus planteles si no quieren pensar en la zona de promoción. Solo hace falta buena voluntad y tener la mente clara para tomar las decisiones correctas. La historia de River y Boca demuestra que finalmente los títulos llegan por decantación.
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