segunda-feira, 13 de julho de 2009

El Maracanazo no fue tan sorpresivo ni milagroso


Mucho se ha contado y escrito sobre el “Maracanazo”, aquella heroica gesta uruguaya en tierras brasileras en el partido decisivo del Mundial de 1950.
Recordemos que dicho encuentro no fue una final propiamente dicha, sino que como se trataba de una rueda definitoria en la que jugaban Brasil, Uruguay, Suecia y España todos contra todos, el azar quiso que Brasil y Uruguay, quienes disputaban su último partido definieran también el título. Brasil había vencido 7-1 a Suecia y 6-1 a España, los celestes habían empatado 2-2 con España y vencieron angustiosamente a los suecos 3-2 con un gol de Míguez faltando 5 minutos y tras haber estado casi todo el partido en desventaja.
Gtacias a estos resultados, Brasil solamente empatando era el campeón.
Pero Uruguay se sobrepuso a las dificultades en los partidos previos, al excelente juego del equipo brasilero, al clima adverso de las casi 200.000 almas presentes en el estadio y hasta a la desconfianza de sus propios dirigentes y logró torcer la historia revirtiendo el gol de Friaça con los tantos de Schiaffino y Ghiggia cuando todo Brasil festejaba la segura obtención del título.
Pero este título no fue tan sorpresivo ni milagroso como se recuerda y dado los antecedentes de los rivales que se conocían muy bien.
Uruguay estaba formado sobre la base de Peñarol, que en 1949 y bajo la conducción técnica de Emérico Hirsch se había adjudicado el torneo uruguayo de manera invicta ganando 16 de los 18 encuentros, y convirtiendo 62 goles.
Los jugadores aurinegros que integraban la selección eran: Roque Máspoli, arquero de gran trayectoria en el fútbol uruguayo, quien poseía una elevada estatura y un gran complexión física con una gran agilidad y un alcance de brazos envidiable. Obdulio Varela, volante central de buen quite, distribución de juego y remate de media distancia a los cuales agregaba su natural dote de mando que lo convertía en el técnico dentro de la cancha, pues ordenaba, alentaba y ubicaba a sus compañeros y provocaba gran respeto entre sus adversarios. Juan Alberto “Pepe” Schiaffino, finísimo volante izquierdo de gran toque y fina gambeta más un gran temperamento que había revolucionado al fútbol uruguayo con su aparición y el cual llegaría a jugar en el Milan y la Roma.
Omar “cotorra” Míguez, centrodelantero goleador y de gran técnica para jugar la pelota, buen cabeceador y solidario en la marca.
Alcides Ghiggia, wing derecho rápido y habilidoso quien fuera el hombre desequilibrante en aquella final y autor del segundo gol.
También era importante el refuerzo de la zaga central de Nacional integrada por Matías Tejera y Schubert Gambetta, dos aguerridos marcadores centrales, fuertes en la marca por arriba y por abajo y que se complementaban muy bien y el silencioso Julio Pérez, volante derecho “todoterreno” de buen toque y preciso quite.
Brasil, por su parte estaba integrado en su mayoría por jugadores de Vasco de Gama, equipo que se había consagrado como el mejor de Sudamérica en 1948, entre los que se encontraban el arquero Moacir Barbosa, oportuno en la ubicación y elástico atajador, quien lamentablemente fuera sindicado como el máximo responsable de la derrota y ninguneado hasta el final de sus días; el gran goleador Ademir, oportunista, potente, poseedor de un preciso remate con ambas piernas y buen cabeceador; Chico, wing izquierdo de buen desborde y diagonal, tenaz y voluntarioso; Augusto, defensor central vigoroso y gran conductor aparte de capitán de la selección y Danilo, volante central de excelente técnica, ubicación y gran precisión en el pase.
Maneca y Ely también habían jugado durante el torneo, pero el técnico Flavio Costa los suplantó a partir de la ronda final prefiriendo a Friaça y Bauer del San Pablo.
Pero la gran figura brasilera era el brillante Zizinho del Bangú, un exquisito conductor y gambeteador, poseedor de una gran cintura, un preciso pase y una envidable justeza en la definición; dueño de un carisma impresionante e ídolo de la torcida. Sin embargo a veces su exceso de temperamento lo pagaban sus marcadores, pues no tenía inconvenientes en devolver patadas y agresiones. Jair del Palmeiras era otro destacado jugador de una a aparente endeblez física, pero una gran técnica y un potente remate de izquierda.
Flavio Costa, técnico desde 1944, había dispuesto una gran concentración para los cracks brasileros que arrancaba desde Marzo en las termas de Araxá (Minas Gerais) y continuaba en Joá (Río de Janeiro) un mes antes del comienzo del torneo para alcanzar la mejor forma física y futbolística y probar el equipo que todavía no tenía definido y sobre el cual tenía algunas variantes, y luego de algunos partidos preparatorios, muchas dudas.
La Copa Río Branco se disputaba regularmente entre uruguayos y brasileros en partidos de ida y vuelta, aunque en la misma sede por el costo de los viajes y estadías.
Dos meses antes del mundial se disputó el primer partido de esta Copa en San Pablo donde venció Uruguay por 4-3 en Río de Janeiro. De los hombres de la final jugaron Máspoli, Matías González, O. Varela, Julio Pérez, Rodríguez Andrade, Miguez y Schiaffino contra Barbosa, Zizinho, Ademir, Jair y Chico.
Cabe destacar que en Uruguay ingresaron Gambetta y Ghiggia y decideron el partido a favor de los celestes tras una gran labor de Obdulio Varela, Julio Pérez y Schiaffino. También fue destacada la labor del arquero Barbosa, quien impido que la derrota fuera aún mayor. El mayor espíritu de lucha de los celestes, sumado a sus cualidades técnicas y a un fútbol de primer nivel consolidaron el triunfo de un equipo sin ninguna preparación física especial y con un técnico interino como el Sr. Romeo Vázquez.
La revancha se disputó en río de Janeiro una semana después y el equipo uruguayo fue el mismo a excepción de la entrada de Ghiggia como titular, Flavio Costa tampocco dispuso modificaciones y los brasileros vencieron por 3-2 aunque uno de sus goles fue posterior a un supuesto penal contra Míguez y el árbitro inglés Merrick demostró cierta parcialidad a favor de los locales. Una vez más Obdulio Varela y julio Pérez fueron los mejores jugadores, pero la lesión de Schiaffino alteró las posiciones tácticas de los celestes y en ese desorden ganó Brasil, aunque sin sobrarle nada.
Hubo que recurrir a un desempate, que se disputó el 18 de Mayo en el mismo escenario que el anterior. Uruguay dispuso a todos los jugadores de la final excepto Morán; Brasil jugó con Barbosa, Danilo, Friaça, Zizinho, Ademir, Chico, Juvenal y Bigode.
Tras un partido muy áspero en el cual Chico lesionó a Obulio Varela ganó Brasil por 1-0 con un gol de Zizinho a escasos minutos del final, aunque en el primer tiempo un remate de Ghiggia pegó en la base del poste derecho. El debutante Bigode y quien debía cerrar por detrás de él (Juvenal) no le encontraron la manera de detener al veloz puntero.
Tal circunstancia volvería a repetirse en la final.
Tras los tres partidos los uruguayos pidieron a sus dirigentes la designación de un técnico, el elegido fue Jan López quien ya los había dirigido en 1948 y tenía un trato afable con los líderes.
Los medios brasileros se encargarían de propagar el clima de euforia desmedida, aunque su selección no destacara en la cancha tenían un equipo impresionante con una preparación física y una dirección técnica envidiables que los hacían merecedores obtener la copa del mundo. Al fin y al cabo habían organizado su mundial para ganarlo, habían construido el estadio más grande del mundo, habían elegido al mejor técnico y éste a los mejores jugadores.
No podían fracasar, pero lo hicieron porque no tuvieron la misma fuerza anímica ante la adversidad que los uruguayos, su camino hacia la final fue menos dificultoso, el exceso de triunfalismo de dirigentes, políticos, medios y “torcedores” en general los terminó perjudicando sustancialmente. No supieron absorber toda esa carga extra que los erigía en máximos candidatos luego de la eliminación de Inglaterra e Italia.
Ellos sabían íntimamente que el rival a vencer era Uruguay, y se conocían demasiado, confiaban en sus individualidades, pero también sabían que los celestes tenían las suyas y que en un partido luchado los orientales se agrandaban, pues tenían esa dosis de temperamento extra llamada “garra charrúa”. Se sabían superiores, pero debían demostrarlo y nada menos que en la final. Cuando se pusieron en ventaja jamás imaginaron un empate uruguayo, pero el gol de Schiaffino fue un golpe demoledor que avivó todos los temores, y el segundo fue en estado catatónico al no poder despertar del primer shock. En esa incertidumbre y en la garra de 11 valerosos jugadores radicó el verdadero Maracanazo.

Síntesis de los partidos:

Copa Río Branco 1º partido
Estadio Pacaembú, San Pablo. 6 de Mayo de 1950
Árbitro: Barrick (Inglaterra)
Brasil (3): Barbosa, Mauro Olivera, Nilton Santos, Ely, Rui, Noronha, Tesourinha, Zizinho, Ademir, Jair, Chico. Técnico: Flavio Costa
Uruguay (4): Máspoli, Matìas González, Vilches, J.C. González, O. Varela, Rodríguez Andrade, (Gambetta), Britos (Ghiggia), J. Pérez, Míguez, Schiaffino, Villamide. DT: Romeo Vázquez.
Goles: Julio Pérez, Schiaffino (2), Míguez, Zizinho, Ademir (2)

Copa Río Branco 2º partido
Estadio Sao Januário, Río de Janeiro. 14 de Mayo de 1950
Árbitro: Barrick (Inglaterra)
Brasil (3): Barbosa, Mauro Olivera (Juvenal), Nilton Santos, Ely, Rui, Noronha, Tesourinha (Friaça), Zizinho, Ademir, Jair (Baltazar), Chico. Técnico: Flavio Costa
Uruguay (2): Máspoli, Matìas González, Vilches (Tejera), J.C. González, O. Varela, Rodríguez Andrade, (Gambetta), Ghiggia, J. Pérez, Míguez (Romero), Schiaffino (Gambetta), Villamide. DT: Romeo Vázquez.
Goles: Ademir (2), Nilton Santos (en contra), Chico, Villamide

Copa Río Branco Desempate
Estadio Sao Januário, Río de Janeiro. 17 de Mayo de 1950
Árbitro: Barrick (Inglaterra)
Brasil (1): Barbosa, Juvenal, Nilton Santos, Ely, Danilo, Bigode, Friaça, Zizinho (Jair), Ademir, baltasar, Chico. Técnico: Flavio Costa
Uruguay (0): Máspoli, Matìas González, Tejera, J.C. González (Gambetta), O. Varela (Pini), Rodríguez Andrade, (Gambetta), Ghiggia, J. Pérez, Míguez (Romero), Schiaffino, Villamide. DT: Romeo Vázquez.
Gol: Zizinho

Copa del Mundo Final
Estadio Maracaná, Río de Janeiro. 16 de Julio de 1950
Árbitro: Reader (Inglaterra)
Brasil (1): Barbosa, Augusto, Juvenal, Bauer, Danilo, Bigode, Friaça, Zizinho, Ademir, Fair, Chico. DT: Flavio Costa
Uruguay (2): Máspoli, M. González, Tejera, Gambetta, O. Varela, Rodríguez Andrade, Ghiggia, J. Pérez, Míguez, Schiaffino, Morán. DT: Juan López
Goles: Friaça, Schiaffino, Ghiggia.

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