quinta-feira, 15 de setembro de 2011

Las hazañas de Peñarol en los '60 (cuarta parte)

Peñarol brillante campeòn uruguayo 1967. Arriba de izq a der: Mèndez, Goncalvez, Errea, González, Figueroa, Forlan. Abajo: Abbadie, Rocha, Silva, Spencer, Joya.



13 de Octubre de 1968 Todos corren a felicitar a Mazurkiewicz, quien ha mantenido la valla invicta superando el récord de Legnazzi en los años '20



Rubiños, arquero de Sproting Cristal descuelga el balòn ante una carga de Spencer. Copa Libertadores 1968

El equipo que obtuvo la poco recordada Supercopa de Campeones Inetrcontinentales en 1969













Es el principio del ocaso, Togneri bate a Pintos y define el partido en La Plata Vergonzosa gresca tras la final de 1970 en el Centenario
El año 1966 culminó para Peñarol sin poder alcanzar a Nacional en el Campeonato uruguayo. Algunas derrotas impensadas al comienzo del torneo más la sobrecarga de partidos de la Copa Libertadores, el Mundial de Inglaterra y la Copa Intercontinental hicieron mella en un plantel cuyas máximas figuras doblaban el codo de los 30 años. No se sacaron ventajas en los clásicos igualando 0-0 el primero y 1-1 el de la penúltima fecha a la cual Nacional llego con 2 puntos de ventaja pese al embate de los mirasoles. En la última fecha ambos ganaron y entonces los bolsos se coronaron campeones. La alegría producida por los títulos conseguidos ante River Plate y el Real Madrid minimizó lo ocurrido en el torneo local.
Tras la disputa del Campeonato Sudamericano que a comienzos de 1967 se adjudicara Uruguay en condición de local, se contrató a Elías Figueroa, defensor central de gran prestancia, de buena altura, elástico y preciso tanto en el corte de la jugada como en la salida desde el fondo, dotado además de gran calidad técnica. Un prodigio de 20 años que había llamado la atención de los clubes argentinos tras jugar para su selección durante el Mundial del año anterior. Otra viveza más de Cataldi, quien lo fue a buscar a Buenos Aires con un avión privado cuando el jugador se encontraba de gira con Santiago Wanderers y era pretendido por Huracán e Independiente. Enseguida firmó contrato y tras una gira sudamericana logró la titularidad que no abandonó nunca más hasta 1972 cuando la crisis económica de los mirasoles obligó a venderlo al Inter de porto Alegre donde prosiguió con su prolífica campaña.
El arquero Néstor Errea de Colón de Sante Fe llegó como suplente de Mazurkiewicz, pero como éste sufrió la fractura de su mano izquierda jugó como titular al comienzo de la temporada en ocasión del Torneo Competencia y la Copa de Honor
Peñarol ingresó a la Copa Libertadores en semifinales donde enfrentó a su clásico rival y al Cruzeiro que volvía a representar al país vecino tras el boicot de 1965. El equipo brasilero contaba con jugadores de la talla de Tostao, Dirceu Lopes y Piazza entre otros cracks, tenía una muy buena defensa y un típico mediocampo brasilero aunque sin alcanzar la talla del Santos de Pelé.
Nacional venía de jugar un exigente primera rueda donde había superado a chilenos, paraguayos y ecuatorianos tras 12 partidos resultando el equipo más goleador de la Copa había logrado una buena amalgama entre Viera, Espárrago, Urruzmendi, Julio César Morales y su última incorporación: el delantero brasilero Celio Taveira Filho que llegó desde Vasco da Gama con fama de goleador.
En el debut ante Nacional y en un partido parejo donde no se podían sacar ventaja, los bolsos triunfaron con un gol de Celio sobre el final de la primera etapa.
La visita a Belo Horizonte terminó con una apretada derrota por 1-0, pero se ganó en la revancha por 3 a 2 en el Centenario aunque el resultado no haya reflejado la superioridad evidenciada por los locales.
El encuentro definitorio con Nacional solo tenía un resultado posible para Peñarol si pretendía llegar nuevamente a la final: el triunfo que lo forzaría a un desempate, pues Nacional y Cruzeiro lo aventajaban por 2 puntos.
Muy cerca estuvo de lograrlo pues vencía por 2-1 con goles de Goncalvez y Spencer habiendo empatado transitoriamente Celio para los “bolsos”. El triunfo ya parecía consumado ante un equipo tricolor que jugaba con 10 jugadores por expulsión de Cincunegui al comienzo de la segunda etapa e inclusive Lezcano llegó a sentarse sobre la pelota sobrando la jugada como señal de superioridad; sin embargo y faltando un minuto un quedo de Figueroa y el propio Lezcano sumado a una tardía reacción de Errea posibilitó la sorprendente aparición de Celio que se convertía así en el verdugo peñarolense aprovechando un preciso pase del “marqués” Sosa para colocar el empate que clasificaba a Nacional para la final eliminando simultáneamente a los mirasoles de la Copa por primera vez en la historia. Fue el comienzo del final de la carrera del eficiente marcador paraguayo en el club carbonero que jugaría solo hasta fin de ese año.
Le quedaba a Peñarol el recuperar el título en el Campeonato Uruguayo para salvar el honor y no dejó ningún tipo de dudas, pues lo ganó de punta a punta e invicto obteniendo 16 triunfos y solo 2 empates ante Racing y Wanderers, convirtió 42 goles y recibió 11 resultando Spencer el máximo artillero con 11 conquistas.
Se dio el gusto además de vencer a Nacional en los 2 cotejos imponiéndose por 2 a 1 en la primera rueda y por 2 a 0 en los desquites con el aliciente de dar la vuelta olímpica que lo consagró nuevamente campeón en las narices de su propio rival en una suerte de pequeña revancha por la eliminación de la Copa en la cual Nacional no pudo en la final con el equipo de Racing Club viendo postergada una vez más la oportunidad de convertirse en campeón de América.
Para el año 1968 Peñarol apostó fuerte para recuperar la Copa Libertadores. El mayor Rafael Milans se hizo cargo de la dirección técnica del equipo tras la partida de Màspoli al Elche español. El nuevo técnico que había dirigido a la celeste entre 1964 y 1965 impuso un sistema basado en una fuerte defensa integrada por Elìas Figueroa, Tabarè González, tito Goncalvez, Oscar Caetano y Mario Mèndez, ocasional reemplazante de Forlan. Sin embargo la producción ofensiva era escasa, pese a contar con Rocha, Spencer, Cortès, Silva, Joya y Abbadie más los juveniles Francisco Bertochi y Nilo Acuña (1).
De ese modo Peñarol superó la primera fase sin mayores inconvenientes ante los paraguayos Guaraní y Libertad más el propio Nacional a quien derrotó por 1-0 con un agónico gol de Spencer para luego empatar sin goles en la revancha.
En la segunda fase Emelec de Ecuador y Deportivo Portuguesa de Venezuela no fueron rivales a la altura de los mirasoles, puesto que los derrotó tanto de local como de visitante. Más complicado fue Sporting Cristal a quien no puedo derrotar ni de local (1-1) ni de visitante (0-0). El equipo peruano contaba con jugadores de la talla de Rubiños, Mifflin, Gallardo y La Torre entre otros titulares de la selección, quienes eliminarían nada menos que a Argentina un año después en la clasificación al Mundial de México. Peñarol solamente lo aventajó por dos unidades y se clasificó a la semifinal donde enfrentó a Palmeiras, un durísimo equipo brasilero que contaba entre otros con el veterano Djalma Santos, Ademir Da Guia, Servilio y el temible Tupazinho quien sería el verdugo de los mirasoles al anotar el único gol en el Pacaembù y el sorprendente doblete en el Centenario con el cual Peñarol cayó de local por 2 a 1 tras ir en ventaja sin poder llegar a la final. Ese partido se recuerda por la gresca del final donde varios jugadores brasileros fueron agredidos por los locales.
Tras jugar 14 partidos en menos de tres meses por casi toda Sudamérica, el esfuerzo había sido importante para jugadores veteranos como Abbadie, Cortés, Joya o Spencer. A pesar de ello Peñarol ratificaría en el Torneo uruguayo su superioridad respecto a Nacional y los demás equipos al obtener el bicampeonato nuevamente invicto ganando 15 encuentros y empatando solo 3 (Nacional, River y Defensor) aventajando a su eterno rival por 6 unidades y venciéndolo por 1-0 con gol de Spencer en la penúltima fecha cuando ya se había consagrado campeón. Marcó 29 goles, resultando Spencer y Rocha los goleadores con 8 conquistas cada uno, y recibió solamente 5 (récord uruguayo) confirmando su gran labor defensiva. Como hecho anecdótico cabe resaltar que Ladislao Mazurkiewicz batió además el récord de imbatibilidad en la historia del torneo uruguayo al contabilizar 987 minutos sin recibir goles desde la fecha inicial frente a Danubio hasta que Ramón Silva de River le convirtió en la 12º (3º de la segunda rueda). Este récord aún perdura y es una muestra más de la época que este equipo marcó durante aquellos años y fundamentalmente de su trascendencia forjada en una forma de entender y jugar al fútbol que los equipos uruguayos añoraron durante décadas.
El año 1969 comenzó con novedades en Peñarol, aunque la situación económica del club no era la mejor llegaron de Argentina el genial pero discontinuo volante Ermindo Onega de River Plate y el potente delantero Alfredo “tanque” Rojas de Boca Juniors, además retornó Roberto Matosas con lo cual el club pretendía armar un equipo renovado y competitivo para pelear ante Nacional que se había reforzado Luis Cubilla, Alcides Silveira y el arquero brasilero Manga. Milton Viera, un ex “bolso” que había pasado desapercibido por Boca arribó en canje por Orlando Medina que estaba a préstamo en Colón de Santa Fe.
La Copa Libertadores arrancó sin inconvenientes para Peñarol que superó a Nacional tras sendos empates (1-1 y 2-2) y a los equipos ecuatorianos resignando solo un punto de visitante y goleando tanto a Emelec como a Barcelona por 5 a 2. Ambos equipos uruguayos clasificaron a la segunda fase donde Peñarol tuvo que enfrentarse a Olimpia de Paraguay. Un empate como local en el Centenario por 1-1 encendió las alarmas sobre todo por la pobre respuesta física y anímica del equipo para torcer el resultado. A pesar de ello se consiguió la clasificación en Asunción por la mínima diferencia con gol de Onega. Su clásico rival se convertiría días después en el rival a vencer en semifinales tras superar a Deportivo Cali y Santiago Wanderers.
Mientras tanto a fines del año anterior había comenzado a jugar la Recopa Sudamericana, un evento que reunía a los 3 campeones intercontinentales de Sudamèrica – Racing, Santos y Peñarol – y donde el ganador enfrentaría al Inter de Milán. Peñarol venció por 3-0 a Racing como local y cayò ante Santos 0-1 como visitante. Por cuestiones de organización el torneo prosiguió al año siguiente derrotando Peñarol al Santos por 3-0 en el Centenario, aunque un inesperado empate ante Racing en Avellaneda lo privò del título que quedó en manos brasileras. Días después al ahora coronel Milans presentó su renuncia por razones personales aunque existían conflictos con la dirigencia desde el torneo anterior cuando el equipo ganaba sin convencer y era mezquino en ataque aunque el pobre empate como local ante Olimpia aceleró el final. También se acusaba al preparador físico, el capitán Luis Coll, de una intensa preparación que había dejado a los jugadores en mala forma sobre todo teniendo en cuenta la edad de varios de los titulares. También se rumoreaba que los jugadores ya no soportaban màs el régimen castrense de Milans y que éstos lo dejaron en “off side”
Ernesto “cholo” Ledesma asumió de manera interina para disputar los partidos con Nacional. Los “bolsos” vencieron por 2-0 en el primer partido con goles de Maneiro y Mujica. Peñarol se impuso en la revancha con un solitario gol de Spencer por lo que debieron disputar un desempate para definir el finalista.
Tras 120 minutos pobres donde se pegó más de los que se jugó ninguno de los dos equipos pudo abrir el marcador clasificando Nacional por haber convertido un gol más.
La eliminación caló hondo tanto en el plantel como en la dupla Gûelfi-Cataldi. Las críticas periodísticas eran feroces y la hinchada comenzaba a impacientarse. Fue entonces cuando surgió la idea de suscribir un bono patrimonial para obras a futuro.
Sin embargo el gran golpe publicitario fue la contratación del técnico brasilero Oswaldo Brandao. El entrenador gaùcho de vasta trayectoria en su país había obtenido el campeonato Nacional Argentino con Independiente en 1967 y se lo reconocía como un hombre con fama de severo y de carácter fuerte que poseía el don de saber motivar a sus jugadores y exigirlos al máximo para lograr sus objetivos.
Evidentemente no tardaría mucho en chocar con los caudillos mirasoles a quienes suprimió privilegios y exigió físicamente con entrenamientos a doble turno hasta llegar a un cansancio prematuro que los más veteranos no podían soportar. Esto abrió las puertas de la titularidad a aquellos jugadores más jóvenes eternamente postergados por los monstruos sagrados que debían resignarse al banco de los suplentes o a buscar nuevos horizontes. Pronto Joya, Abbadie, Cortès, Varela y “Lito” Silva expresaron su disconformidad y quedaron relegados al banco de suplentes o separados del plantel. Tras la obtención ajustada del Torneo Cuadrangular y un auspicioso debut en el Campeonato Uruguayo con victorias ante Cerro y Bella Vista, aparecieron algunos magros empates y una inesperada derrota ante Liverpool, que significó el final de un invicto de 56 partidos (2), sembraron las primeras dudas. Sin embargo el detonante fue la exclusión de Spencer como titular por el juvenil goleador Lamberck de quien mucho se esperaba y poco cumpliera.
El 28 de Septiembre cayó ante Nacional por 2-0 con goles del verdugo Celio y el recientemente contratado Luis Artime marcó no solo el fin de una larga hegemonía de nueve años sin conocer la derrota ante su clásico rival por la Copa Uruguaya (3), sino que también alejó a los mirasoles del título, pues quedaban a 5 puntos de su acérrimo rival y obligados no solo a realizar una muy buena segunda rueda sino además a esperar que los “bolsos” dejaran puntos por el camino, cosa que finalmente no sucedió puesto que la diferencia final fue de seis puntos obteniendo Nacional 43 unidades contra 39 de los aurinegros si se suman los 18 partidos del torneo más las 5 fechas del hexagonal final, un ridículo invento para estirar un poco más la temporada. Nacional iniciaba así su época más gloriosa que coincidiría casualmente con el ocaso de su eterno rival.
Pero la única alegría del año fue la obtención de la Supercopa de clubes sudamericanos ganadores de la Copa Intercontinental, una versión ampliada de aquel torneo que en Mayo le arrebatara el Santos. Los restantes participantes fueron Racing Club, Estudiantes de La Plata y el propio equipo de Pelé.
Se jugó durante los dos últimos meses del año y los partidos rememoraban viejas rencillas entre los jugadores por lo que no se trató de un simple torneo amistoso sino de una mini Copa Libertadores. EL torneo comenzó con un trabajado empate frente a Racing en Avellaneda (0-0) y una gran victoria frente a Estudiantes – reciente bicampeón de América – por 3 a 1 en el Centenario con doblete de Rocha y el restante de Losada.
El partido clave fue la victoria frente al Santos ante un Centenario repleto y tras remontar un tempranero gol de Pelé con tantos de Spencer y Onega que sirvieron para decorar el 2-1 final.
A pesar de la derrota por 2-0 sufrida en San Pablo, los carboneros continuaron su marcha con una inapelable victoria como local frente a Racing por 4-1 con 2 de Spencer y otros tantos de Rocha, por lo que debían disputar el encuentro final frente a Estudiantes en el reducto de La Plata.
Se sabía que la cancha y la mala fama del rival serían dos escollos importantes para los manyas que con solo empatar se adjudicaban el título, en cambio una victoria de los locales suponía la consagración de Racing Club.
La primera etapa finalizó con el marcador a favor de los locales con gol de Verde, Sin embargo en el segundo tiempo Brandao reemplazó a Ermindo Onega – castigado sin piedad por Pachamé y completamente ausente del partido – por el “pocho” Cortés quien se juntó con el “tito” Goncalvez, el verdugo “Rocha” y un movedizo Losada y así dieron vuelta el partido. Enseguida Rocha logró el empate eludiendo al arquero tras un gran pase en profundidad de Forlan y siete minutos después un desborde de Losada por derecha concluyó con un centro rasante para la entrada de rocha quien nuevamente no tuvo inconvenientes en marcar el gol que suponía la confirmación del único título que faltaba en las vitrinas de Peñarol. Sin embargo esa Copa permaneció olvidada en el imaginario popular durante muchos años hasta que la Conmebol la oficializó recién en 2005.
De esa manera 7 jugadores se adjudicaban la hazaña de haber logrado todos los títulos nacionales e internacionales posibles para el club: Mazurkiewicz, Forlan, Goncalvez, Caetano, Rocha, Spencer y Cortés.
A comienzos de 1970 arrancó la Copa Libertadores. Peñarol y Nacional empataron 1 a 1 en el debut con goles de Onega y Morales. Luego llegaron los enfrentamientos con los equipos venezolanos como visitante, empató sin goles ante Valencia y venció a Deportivo Galicia por 1 a 0 con gol de Onega. Aunque el paso por la Copa parecía firme y los rivales no tenían gran jerarquía el malestar entre los caudillos y el técnico Brandao ya se había trasladado a la comisión directiva. La gota que rebalsó el vaso fue la exclusión del “Tito” Goncalvez y de Spencer del plantel titular, quienes se presentaron ante la dirigencia para expresar un ultimátum: O Brandao o ellos.
Lo cierto es que más allá de todo comentario se sospechaba que la verdadera intención de traer al técnico brasilero era la de jubilar a los ídolos que impedían al ascenso de jugadores más jóvenes y no garantizaban el lógico recambio que se produciría una vez que dejaran de jugar, además el club necesitaba vender para emparejar las cuentas que cada vez eran màs desfavorables.
Fue así que llegaron varias promesas al club, el arquero Corbo de gran trayectoria en los ’70, los defensores Rodolfo Sandoval y Jorge Peralta, los volantes Ricardo Soria, Alfredo Lamas y Edison Amoroso y el atacante Waldemar Cáceres. Ninguno de ellos sobrepasaba los 23 años.
Con Abbadie jubilado, Joya y Silva fuera de sus planes; solamente Cortés, Rocha y Onega aportaban su experiencia del medio hacia adelante. Con ellos más la base defensiva de Matosas, Figueroa, Forlan, Caetano y Mazurkiewicz afrontaría la Copa, aunque no esperaba encontrarse con algunos imponderables que entorpecerían sus planes y acelerarían algunos regresos.
El primer inconveniente que tuvo que soportar Brandao fue el doping positivo detectado a Caetano y Cortés tras el empate sin goles frente a Nacional en la revancha que los marginaba de la competencia. Varela, Goncalvez y Silva habían sido separados del plantel días antes por la comisión directiva a raíz de sus declaraciones contra el polémico técnico. Pese a ello el equipo derrotó al Deprotico Galicia por 4 a 1 y cinco días màs tarde logró la máxima goleada jamás igualada en la Copa al derrotar a Valencia por 11 a 2! Con triplete de Rocha y doblete de Spencer, Onega y Losada en lo que supuso la vuelta triunfal de ecuatoriano al equipo titular.
Con la clasificación a la segunda ronda donde los rivales eran Guaraní de Paraguay y la Liga Deportiva Universitaria de Ecuador se produjo el éxodo de 8 jugadores a la selección con vistas al Mundial de México por lo tanto no pudo contar más con Mazurkiewicz, Matosas, Rocha, Losada, Corbo, Sandoval y los indultados Caetano y Cortés. Por lo tanto los carboneros afrontaron la definición de la Copa con solamente 16 jugadores. Conviene repasar la formación que debutó ante LDU en Quito en el comienzo de la segunda fase para despejar todas las dudas: Sergio Blanco de 19 años debutante absoluto en el arco, Rubén Soria de lateral derecho, Figueroa y Jorge Peralta de centrales y Alberto Martìnez, hábil lateral izquierdo completaban la defensa; Milton Viera, Goncalvez y Onega de volantes; Nilo Acuña, Lambreck y Spencer en la delantera. Triunfaron por 3 1 1 con goles de Acuña, Spencer y Onega con una maravillosa actuación del arquero Blanco.
Posteriormente cayeron por 2-0 ante Guaraní en Asunción y se desquitaron en el Centenario con un agónico tanto de Spencer que vulneraba por fin al imbatible arquero Aguilera.
Con la única variante de Mario González por Acuña – expulsado ante Guaraní – el equipo de Brandao repetía la misma formación por cuarto partido consecutivo. Ganaba cómodamente por 2-0 con goles de Onega y Goncalvez hasta que el otrora seguro Blanco se metió un gol en contra al intentar despejar un corner por sobre el travesaño. Así y todo el equipo clasificó para la semifinal ante la sorprendente Universidad de Chile que había eliminado nada menos que a Nacional en un desempate en Porto Alegre.
El equipo chileno tenía una sólida defensa, un mediocampo de buen toque en el cual se destacaban Hodge, Marcos y Aranguiz y el prodigioso puntero derecho Pedro Araya dueño de una velocidad y un habilidad francamente sorprendentes y al cual muchos uruguayos recordaban de su destacada actuación en el Sudamericano de 1967.
El primer encuentro en Chile fue un ajustado triunfo de los locales en el cual el arquero Blanco fue responsable directo de una desafortunada maniobra que posibilitó el gol de Araya. Poco pudo hacer Peñarol para empatar el partido, máxime si se tiene en cuenta que el gigante Cáceres fue expulsado.
La revancha en el Centenario fue favorable para los carboneros que vencieron por 2 a 0 con goles de Onega y Spencer. Ariel Pintos, ex arquero de Danubio, sustituyó en la valla al denostado Blanco, quien nunca más atajaría en la primera de Peñarol. Se forzó entonces a un desempate que se jugó 48 horas después en el estadio de Racing de Avellaneda en un campo pesado.
Marcos de penal abrió el marcador para los chilenos, empatando Lamberck en el segundo tiempo. En los 90 minutos no se pudo quebrar el marcador en parte gracias a la magnífica actuación de Pintos y fue necesario ir a un alargue.
Peñarol se clasificaba con el empate a la final por haber convertido un gol más que su oponente, sin embargo a 9 minutos del final Hodge colocó el 2-1.
Todo parecía definido y se notaba que Peñarol no tenía respuestas físicas pata torcer la historia, pero lo que sobraban eran agallas, por lo que fueron todos a la carga quizás recordando Aquella tarde-noche de Santiago cuando River les había “mojado la oreja”cuatro años atrás. Faltando solo dos minutos una falla del arqueo Neff a quien la pelota mojada se le resbaló de las manos y fue a caer a los pies de Jorge Peralta que con un fuerte remate marcó el impensado empate y la clasificación a la final.
El bicampeón de América Estudiantes de la Plata aguardaba en la final. Se sabía que era un equipo fuerte, preparado que jugaba al límite del reglamento y que manejaba muy bien la pelota parada tanto a favor como en contra, por lo tanto era muy difícil sorprenderlo.
El 21 de Mayo de 1970 en el estadio Jorge Luis Hirschi de la Plata se disputó la primera final en un ambiente ensordecedor. Sin Spencer lesionado y reemplazado por Alfredo Lamas, el plan de Peñarol fue aguantar el partido tratando de enfriar con el toque de Onega y Goncalvez en el mediocampo y la fortaleza de Elías Figueroa tanto por arriba como por abajo con Nilo Acuña como única preocupación para Pachamé y el fondo de Estudiantes. EL defensor chileno se cansó de rechazar pelotas que caían dentro de su propia área hasta que a los 87 minutos un enésimo rechazo suyo terminó con una pelota caída a los pies de Togneri que desde 30 metros colocó un furibundo remate de izquierda inalcanzable para Pintos anotando el único gol de cotejo. Casi empata Peñarol al final cuando Rudzki despeja en la línea y con Errea vencido un remate de Lamberck.
Para la revancha en Montevideo se esperaba una batalla recordando lo que había ocurrido dos años atrás con Palmeiras. Peñarol hizo sentir el jugo duro a un equipo totalmente indolente como el “pincharrata”. Veròn, Echecopar y Conigliaro no se amedrentaron.
Pudo ponerse en ventaja el elenco uruguayo a los 12 minutos cuando un remate del “tornillo” Viera pegó en el poste y Errea despejó al corner el rebote tomado por Martìnez. Sin embargo poco a poco Peñarol se fue desinflando, Onega aparecía de manera intermitente, Acuña y Lamberck no podían imponer su técnica individual y Estudiantes enfriaba el partido.
La respuesta física no era la mejor pues el poco recambio del plantel estaba haciendo mella en las piernas de los mirasoles que estuvieron cerca del triunfo en el minuto 89 cuando Errea tapó muy bien un inquietante cabezazo de Onega unto a un poste.
Estudiantes se convertía en tricampeón de América aguantando el empate en el propio estadio Centenario y como campeón pretendía dar la vuelta olímpica, una situación que ninguno de los uruguayos estaba dispuesto a tolerar. La respuesta de algunos jugadores de Peñarol como el Tito Goncalvez hacia ciertas actitudes de los argentinos fue desmedida, prueba de ello pueden dar Medina y Solari. Lo cierto que se generó una terrible trifulca donde Bilardo, Viera, Verón, Lamberck, Errea y Martìnez fueron los más exaltados repartiendo puñetazos y patadas a diestra y siniestra inclusive en el camino hacia los vestuarios hasta que finalmente la policía pudo poner orden. Poletti (4) y Goncalvez fueron detenidos y recuperaron su libertad a instancias de Cataldi, ahora Secretario de Industria y Comercio. Tras la final Brandao siguió hasta el vencimiento de su contrato a fines de Mayo, por lo que Máspoli nuevamente tomó las riendas del equipo tras su regreso de España.
Una época dorada se terminaba. Tito Goncalvez se retiró el 9 de Diciembre en el encuentro frente a Cerro por el campeonato Uruguayo y cuando Nacional era virtualmente campeón. Joya se había vuelto a Perú en Abril para terminar su carrera en Juan Aurich. Rocha y Forlan fueron a pasear su fútbol al San Pablo de Brasil al igual que Lito Silva (Palmeiras). Spencer volvería a Ecuador en Febrero de 1971 y Mazurkiewicz llegaría a Atlètico Mineiro al otro año al igual que Figueroa (Inter de Porto Alegre) y Cortés un poco más lejos (Atlante de México). Comenzaba una nueva era signada por los títulos de Nacional que obtuvo el tetracampeonato uruguayo (1969 al 72), inclusive en el `71 por fin se consagraría Campeón de América tras 3 intentos fallidos y dejando afuera a los mirasoles en la primera rueda. Los mirasoles tendrían que esperar hasta 1973 con la aparición del gran goleador Fernando Morena para volver a festejar un título local y tras una década anémica en títulos internacionales recién obtendría la Copa Libertadores en 1982.
Tal como se puede apreciar en esta serie de notas, Peñarol fue protagonista central de la década del ’60 cuando la Copa Libertadores despuntaba. Con una buena estrategia dirigencial y jugadores dispuestos a dejar el alma por la camiseta, poseedores de una gran personalidad y en muchos casos dotados con una inconfundible clase, llevaron al club a los primeros planos internacionales. Sus hazañas prolongaron el legado de aquellos viejos héroes uruguayos como, Lorenzo Fernández, Gestido, Anselmo, Obdulio Varela, Schiaffino, Ghiggia, Míguez entre otros y permanecen en el recuerdo de quienes vivieron aquellas épocas dejando una marca indeleble, pues hoy cualquier futbolero del Mundo conoce como es “GANAR A LO PEÑAROL”.


(1) Ambos fueron ídolos en el Monterrey de México a mediados de los `70. Francisco “el tano” Bertocchi, un talentoso volante ofensivo de buena pegada y gran precisión en el toque había recalado en 1969 en la LDU de Quito desplazado de Peñarol por Rocha y Onega, allí se convirtió en el goleador de la Copa Libertadores de 1970 con 9 tantos. Distinto fue el caso de Nilo Acuña, habilidoso puntero derecho que comenzó a alternar de titular cuando Abbadie ya tenía 37 años y se quedó con el puesto tras el retiro del pardo”
(2) La última derrota sufrida fue en el Torneo Uruguayo fue el 28 de Agosto de 1966 ante Cerro (0-1). Desde entonces ganó 43 partidos y empató 13 hasta la mencionada derrota del 14 de Septiembre de 1969 ante Liverpool (0-2). La mayor goleada fue ante Danubio por 6 a 2 el 11/10/67 y logró una seguidilla de 13 triunfos consecutivos entre el 21/11/67 (Fénix 1-0) y el 21/9/68 (Cerro 1-0).
(3) La última derrota databa del 2 de Octubre de 1960 cuando perdió por 3 a 2. En ese lapso acumuló 10 triunfos y 7 empates en el Torneo Uruguayo. Cabe destacar que es clásico fue el último partido oficial disputado por Julio César Abbadie con la camiseta aurinegra ingresando en el segundo tiempo. Tambièn fue el primer triunfo local en un clásico para Emilio “Cococho” Álvarez en su dilatada trayectoria para Nacional.
(4) El arquero Alberto Poletti, quien se encontraba todavía suspendido por su actuación en la bochornosa final intercontinental frente al Milan en la Bombonera del año anterior, había concurrido a apoyar al equipo en dicha final por si el clima se ponía pesado, lo mismo que el boxeador José Menno que terminó inclusive con un ojo hinchado.

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